1 El pecado habla al malvado
en lo profundo de su corazón.
No hay temor de Dios
delante de sus ojos.
2 Cree que merece alabanzas,
al punto de no hallar aborrecible su propio pecado.
3 Sus palabras son malvadas y engañosas;
ha perdido el buen juicio
y la capacidad de hacer el bien.
4 Aun en su lecho trama hacer iniquidad;
se aferra a su mal camino
y no rechaza la maldad.
5 Tu amor, Señor, llega hasta los cielos;
tu fidelidad alcanza las nubes.
6 Tu justicia es como las altas montañas;
tus juicios, tan profundos como el mar.
Tú, Señor, cuidas de hombres y animales;
7 ¡cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor!
Todo ser humano halla refugio
a la sombra de tus alas.
8 Se sacian de la abundancia de tu casa;
les das a beber en el río de tus delicias.
9 Porque en ti está la fuente de la vida
y en tu luz podemos ver la luz.
10 Extiende tu amor a los que te conocen
y tu justicia a los de corazón sincero.
11 Que no me aplaste el pie del orgulloso
ni me desarraigue la mano del impío.
12 Vean cómo fracasan los malvados:
¡fueron derribados y no pueden levantarse!
57 Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la Ley y los líderes religiosos. 58 Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello.
59 Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte. 60 Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos testigos falsos.
Por fin se presentaron dos 61 que declararon:
—Este hombre dijo: “Puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.
62 Poniéndose en pie, el sumo sacerdote dijo a Jesús:
—¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?
63 Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió:
—Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.
64 —Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo les digo a todos: De ahora en adelante ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo sobre las nubes del cielo.
65 —¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Miren, ustedes mismos han oído la blasfemia! 66 ¿Qué piensan de esto?
—Merece la muerte —contestaron.
67 Entonces algunos escupieron su rostro y le dieron puñetazos. Otros lo abofeteaban 68 y decían:
—A ver, Cristo, ¡profetiza! ¿Quién te pegó?
69 Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se acercó.
—Tú también estabas con Jesús de Galilea —le dijo.
70 Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
—No sé de qué estás hablando.
71 Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí:
—Este estaba con Jesús de Nazaret.
72 Él lo volvió a negar, jurándoles:
—¡A ese hombre ni lo conozco!
73 Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:
—Seguro que eres uno de ellos; se te nota por tu acento.
74 Y comenzó a echarse maldiciones y juró:
—¡A ese hombre ni lo conozco!
En ese instante cantó un gallo. 75 Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente.