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Wednesday

March 27, 2024


Section 1 of 2

Psalms 108-109

About 6.5 Minutes

Firme está, oh Dios, mi corazón.
    ¡Voy a cantarte y entonarte salmos, gloria mía!
¡Despierten, lira y arpa!
    ¡Haré despertar al nuevo día!
Te alabaré, Señor, entre los pueblos;
    te cantaré salmos entre las naciones.
Pues tu gran amor es tan grande que rebasa los cielos
    y tu verdad llega hasta las nubes.
¡Sé exaltado, oh Dios, sobre los cielos!
    ¡Alza tu gloria sobre toda la tierra!

Sálvanos con tu diestra y respóndenos,
    para que tu pueblo amado quede a salvo.
Dios ha dicho en su santuario:
    «Triunfante repartiré a Siquén
    y dividiré el valle de Sucot.
Mío es Galaad, mío es Manasés;
    Efraín es mi yelmo y Judá, mi cetro de mando.
Moab es el recipiente en que me lavo las manos,
    sobre Edom arrojo mi sandalia;
    sobre Filistea lanzo gritos de triunfo».

10 ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada?
    ¿Quién me mostrará el camino a Edom?
11 ¿No eres tú, oh Dios, quien nos ha rechazado?
    ¡Ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos!
12 Bríndanos tu apoyo contra el enemigo,
    pues la ayuda humana será inútil.
13 Con Dios obtendremos la victoria;
    ¡él aplastará a nuestros enemigos!

Oh Dios, a quien alabo,
    no guardes silencio.
Pues gente malvada y mentirosa
    ha declarado en mi contra
    y con lengua engañosa me difaman;
con expresiones de odio me rodean
    y sin razón alguna me atacan.
Mi amor me lo pagan con calumnias,
    mientras yo permanezco en oración.
Mi bondad la pagan con maldad;
    me dan odio a cambio de mi amor.

Pon en su contra a un malvado;
    que a su derecha esté su acusador.
Que resulte culpable al ser juzgado
    y que su oración sea considerada pecado.
Que se acorten sus días
    y que otro se haga cargo de su oficio.
Que se queden huérfanos sus hijos
    y se quede viuda su esposa.
10 Que anden sus hijos vagando y mendigando;
    que anden rebuscando entre las ruinas.
11 Que un acreedor se apodere de todos sus bienes;
    que gente extraña saquee sus posesiones.
12 Que nadie le extienda su bondad;
    que nadie se compadezca de sus huérfanos.
13 Que sea exterminada su descendencia;
    que desaparezca su nombre en la próxima generación.
14 Que recuerde el Señor la iniquidad de sus antepasados
    y no se olvide del pecado de su madre.
15 Que el Señor los tenga siempre presentes
    y que borre de la tierra su memoria.

16 Por cuanto se olvidó de hacer el bien
    y persiguió hasta la muerte
    al pobre, al necesitado y al descorazonado;
17 ya que le encantaba maldecir:
    ¡que caiga sobre él la maldición!
Por cuanto no se complacía en bendecir:
    ¡que se aleje de él la bendición!
18 Por cuanto se cubrió de maldición
    como quien se pone un vestido,
¡que esta se filtre en su cuerpo como el agua!,
    ¡que penetre en sus huesos como el aceite!
19 ¡Que lo envuelva como un manto!
    ¡Que lo apriete en todo tiempo como un cinto!
20 ¡Que así les pague el Señor a mis acusadores,
    a los que me calumnian!

21 Pero tú, Señor Soberano,
    trátame bien por causa de tu nombre;
    líbrame por tu bondad y gran amor.
22 Ciertamente soy pobre y estoy necesitado;
    y mi corazón ha sido traspasado.
23 Me voy desvaneciendo como sombra vespertina;
    soy sacudido como la langosta.
24 De tanto ayunar me tiemblan las rodillas;
    mi cuerpo ha perdido mucho peso.
25 Soy para ellos motivo de burla;
    me ven y menean la cabeza.

26 Señor mi Dios, ¡ayúdame!;
    por tu gran amor, ¡sálvame!
27 Que sepan que esta es tu mano;
    que tú mismo, Señor, lo has hecho.
28 ¿Qué importa que ellos me maldigan?
    ¡Bendíceme tú!
Pueden atacarme, pero quedarán avergonzados;
    en cambio, este siervo tuyo se alegrará.
29 ¡Que mis acusadores queden cubiertos de deshonra,
    envueltos en un manto de vergüenza!

30 Por mi parte, daré muchas gracias al Señor;
    lo alabaré en medio de una gran multitud.
31 Porque él aboga por el necesitado
    para salvarlo de quienes lo condenan.


Section 2 of 2

john 8

About 6.5 Minutes

pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el Templo. Toda la gente se le acercó, y él se sentó a enseñarles. Entonces, los maestros de la Ley y los fariseos llevaron a una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio del grupo, dijeron a Jesús:

—Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la Ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?

Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:

—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí. 10 Entonces él se incorporó y le preguntó:

—Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?

11 —Nadie, Señor.

Jesús dijo:

—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.

12 Una vez más Jesús se dirigió a la gente y dijo:

—Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.

13 —Tú te presentas como tu propio testigo —alegaron los fariseos—, así que tu testimonio no es válido.

14 —Aunque yo sea mi propio testigo —respondió Jesús—, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y a dónde voy. Pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. 15 Ustedes juzgan según criterios humanos; yo, en cambio, no juzgo a nadie. 16 Y si lo hago, mis juicios son válidos porque no los emito por mi cuenta, sino en unión con el Padre que me envió. 17 En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. 18 Yo soy testigo de mí mismo y el Padre que me envió también da testimonio de mí.

19 Ellos preguntaron:

—¿Dónde está tu padre?

Jesús respondió:

—Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre. Si me conocieran, también conocerían a mi Padre.

20 Estas palabras las dijo Jesús en el lugar donde se depositaban las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Pero nadie le echó mano, porque aún no había llegado su tiempo.

21 De nuevo Jesús les dijo:

—Yo me voy y ustedes me buscarán, pero en su pecado morirán. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir.

22 Comentaban, por tanto, los judíos: «¿Acaso piensa suicidarse? ¿Será por eso que dice: “Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”?».

23 —Ustedes son de aquí abajo —continuó Jesús—; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. 24 Por eso les he dicho que morirán en sus pecados, pues, si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán.

25 —¿Quién eres tú? —le preguntaron.

—En primer lugar, ¿qué tengo que explicarles? —contestó Jesús—. 26 Son muchas las cosas que tengo que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es veraz, y lo que le he oído decir es lo mismo que le repito al mundo.

27 Ellos no entendieron que les hablaba de su Padre. 28 Por eso Jesús añadió:

—Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado. 29 El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada.

30 Mientras aún hablaba, muchos creyeron en él.

31 Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo:

—Si se mantienen fieles a mis palabras, serán realmente mis discípulos; 32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.

33 —Nosotros somos descendientes de Abraham —le contestaron—, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados?

34 —Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —afirmó Jesús—. 35 Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. 36 Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres. 37 Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham. Sin embargo, procuran matarme porque no está en sus planes aceptar mi palabra. 38 Yo hablo de lo que he visto en presencia del Padre; y ustedes hacen lo que de su padre han escuchado.

39 —Nuestro padre es Abraham —replicaron.

Entonces Jesús les contestó:

—Si fueran hijos de Abraham, harían lo mismo que él hizo. 40 Ustedes, en cambio, quieren matarme a mí, que les he expuesto la verdad que he recibido de parte de Dios. ¡Abraham jamás hizo algo así! 41 Las obras de ustedes son como las de su padre.

—Nosotros no somos hijos ilegítimos —le reclamaron—. Un solo Padre tenemos y es Dios mismo.

42 —Si Dios fuera su Padre —contestó Jesús—, ustedes me amarían, porque yo he venido de Dios y aquí me tienen. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió. 43 ¿Por qué no entienden mi modo de hablar? Porque no pueden aceptar mi palabra. 44 Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! 45 Y sin embargo a mí, que les digo la verdad, no me creen. 46 ¿Quién de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creen? 47 El que es de Dios escucha lo que Dios dice. Pero ustedes no escuchan, porque no son de Dios.

48 —¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano y que estás endemoniado? —replicaron los judíos.

49 —No estoy poseído por ningún demonio —contestó Jesús—. Tan solo honro a mi Padre; pero ustedes me deshonran a mí. 50 Yo no busco mi propia gloria; pero hay uno que la busca y él es el juez. 51 Les aseguro que el que cumple mi palabra nunca morirá.

52 —¡Ahora estamos convencidos de que estás endemoniado! —exclamaron los judíos—. Abraham murió, y también los profetas, pero tú sales diciendo que, si alguno guarda tu palabra, nunca morirá. 53 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abraham? Él murió, y también murieron los profetas. ¿Quién te crees tú?

54 —Si yo me glorifico a mí mismo —les respondió Jesús—, mi gloria no significa nada. Pero quien me glorifica es mi Padre, el que ustedes dicen que es su Dios, 55 aunque no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco. Si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes; pero lo conozco y cumplo su palabra. 56 Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día; y lo vio y se alegró.

57 —Ni a los cincuenta años llegas —dijeron los judíos—, ¿y has visto a Abraham?

58 Jesús afirmó:

—Les aseguro que, antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!

59 Entonces los judíos tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió inadvertido del Templo.

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