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April 8, 2024


Section 1 of 2

Psalms 126-128

About 3.1 Minutes

Cuando el Señor hizo volver a Sión a los cautivos,
    nos parecía estar soñando.
Entonces nuestra boca se llenó de risas;
    nuestra lengua, de canciones jubilosas.
Hasta los otros pueblos decían:
    «El Señor ha hecho grandes cosas por ellos».
Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros
    y eso nos llena de alegría.

Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
    como haces volver los canales de los ríos en el Néguev.
Los que con lágrimas siembran,
    con regocijo cosechan.
El que llorando esparce la semilla,
    cantando recoge sus gavillas.

Si el Señor no edifica la casa,
    en vano se esfuerzan los albañiles.
Si el Señor no cuida la ciudad,
    en vano hacen guardia los vigilantes.
En vano madrugan ustedes
    y se acuestan muy tarde
para comer un pan de fatigas,
    porque Dios lo da a sus amados mientras duermen.

Los hijos son una herencia del Señor,
    el fruto del vientre es una recompensa.
Como flechas en las manos del guerrero
    son los hijos de la juventud.
Dichoso aquel que llena su aljaba
    con esta clase de flechas.
No será avergonzado por sus enemigos
    cuando litiguen contra él en los tribunales.

Dichosos todos los que temen al Señor,
    los que van por sus caminos.
Lo que ganes con tus manos, eso comerás;
    gozarás de dicha y prosperidad.
En el seno de tu hogar,
    tu esposa será como vid llena de uvas;
alrededor de tu mesa,
    tus hijos serán como vástagos de olivo.
Así será bendecido
    aquel que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión
    y veas la prosperidad de Jerusalén
    todos los días de tu vida.
Que vivas para ver a los hijos de tus hijos.
    ¡Que haya paz en Israel!


Section 2 of 2

john 21

About 3.4 Minutes

Después de esto Jesús se apareció de nuevo a sus discípulos, junto al lago de Tiberíades. Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que apodaban el Gemelo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.

—Me voy a pescar —dijo Simón Pedro.

—Nos vamos contigo —contestaron ellos.

Salieron, pues, de allí y se embarcaron, pero esa noche no pescaron nada.

Al despuntar el alba, Jesús se hizo presente en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.

—Muchachos, ¿tienen algo de comer? —preguntó Jesús.

—No —respondieron ellos.

Entonces Jesús dijo:

—Tiren la red a la derecha de la barca y pescarán algo.

Así lo hicieron y era tal la cantidad de pescados que ya no podían sacar la red.

—¡Es el Señor! —dijo a Pedro el discípulo a quien Jesús amaba.

Tan pronto como Simón Pedro le oyó decir: «Es el Señor», se puso la ropa, pues estaba semidesnudo, y se tiró al agua. Los otros discípulos lo siguieron en la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a escasos cien metros de la playa. Al desembarcar, vieron unas brasas con un pescado encima y un pan.

10 —Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar —dijo Jesús.

11 Simón Pedro subió a bordo y arrastró hasta la playa la red, la cual estaba llena de pescados de buen tamaño. Eran ciento cincuenta y tres, pero a pesar de ser tantos la red no se rompió.

12 —Vengan a desayunar —dijo Jesús.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», porque sabían que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos e hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.

15 Cuando terminaron de desayunar, Jesús preguntó a Simón Pedro:

—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

—Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro.

—Apacienta mis corderos —dijo Jesús.

16 Y volvió a preguntarle:

—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Pedro respondió:

—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Y Jesús le dijo:

—Cuida de mis ovejas.

17 Por tercera vez Jesús preguntó:

—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?». Así que dijo:

—Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.

—Apacienta mis ovejas —dijo Jesús—. 18 Cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías. Pero te aseguro que cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir.

19 Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso, añadió:

—¡Sígueme!

20 Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?». 21 Al verlo, Pedro preguntó:

—Señor, ¿y este qué?

22 Jesús dijo:

—Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú solo sígueme.

23 Por este motivo corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino solamente: «Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?».

24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las escribió. Y estamos convencidos de que su testimonio es verídico.

25 Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero.

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