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July 27, 2024


Section 1 of 4

2 Chronicles 6:12-42

About 4.2 Minutes

12 A continuación, Salomón se puso frente al altar del Señor y, en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos. 13 Había mandado a construir y colocar en medio del atrio una plataforma de bronce cuadrada, que medía cinco codos por lado y tres codos de alto. Allí, sobre la plataforma, se arrodilló y, extendiendo las manos al cielo, 14 dijo:

«Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra, pues tú cumples tu pacto de amor con quienes te sirven y te siguen de todo corazón. 15 Has llevado a cabo lo que dijiste a tu siervo David, mi padre, y este día has cumplido con tu mano lo que con tu boca prometiste.

16 »Y ahora, Señor, Dios de Israel, cumple también la promesa que hiciste a tu siervo, mi padre David, cuando dijiste: “Si tus hijos observan una buena conducta, viviendo de acuerdo con mi Ley como tú lo has hecho, nunca te faltará un descendiente que ocupe el trono de Israel en mi presencia”. 17 Señor, Dios de Israel, ¡confirma ahora la promesa que hiciste a tu siervo David!

18 »Pero ¿será posible que tú, Dios mío, habites en la tierra con la humanidad? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido! 19 Sin embargo, Señor mi Dios, atiende a la oración y a la súplica de este siervo tuyo. Oye el clamor y la oración que elevo en tu presencia. 20 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre este templo, el lugar donde decidiste poner tu Nombre, para que oigas la oración que tu siervo eleva hacia ese lugar! 21 Oye las súplicas de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Oye desde el cielo, donde habitas; escucha y perdona.

22 »Si alguien peca contra su prójimo y se le exige venir a este templo para jurar frente a tu altar, 23 óyelo tú desde el cielo y juzga a tus siervos. Condena al culpable y haz que reciba su merecido; absuelve al inocente y vindícalo por su rectitud.

24 »Cuando tu pueblo Israel sea derrotado por el enemigo por haber pecado contra ti, si luego se vuelve a ti para alabar tu nombre, y ora y te suplica en este templo, 25 óyelo tú desde el cielo, perdona su pecado y hazlo regresar a la tierra que les diste a ellos y a sus antepasados.

26 »Cuando tu pueblo peque contra ti y tú lo aflijas cerrando el cielo para que no llueva, si luego ellos oran hacia este lugar y alaban tu nombre y se arrepienten de su pecado, 27 óyelos tú desde el cielo y perdona el pecado de tus siervos, de tu pueblo Israel. Guíalos para que sigan el buen camino y envía la lluvia sobre esta tierra, que es tuya, pues tú se la diste a tu pueblo por herencia.

28 »Cuando en el país haya hambre, plaga, peste, langostas o saltamontes en los sembrados; cuando el enemigo sitie alguna de nuestras ciudades; en fin, cuando venga cualquier calamidad o enfermedad, 29 si luego algún israelita, consciente de sus penas y aflicciones, extiende sus manos hacia este templo, ora y te suplica, 30 óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y perdónalo. Trata a cada uno según su conducta, la cual tú conoces, puesto que solo tú escudriñas el corazón humano. 31 Así todos tendrán temor de ti y andarán en tus caminos mientras vivan en la tierra que diste a nuestros antepasados.

32 »Trata de igual manera al extranjero que no pertenece a tu pueblo Israel, pero que atraído por tu gran fama y por tus despliegues de fuerza y poder ha venido de lejanas tierras. Cuando ese extranjero venga y ore orientado hacia este templo, 33 óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y concédele cualquier petición que te haga. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu nombre y, al igual que tu pueblo Israel, tendrán temor de ti y comprenderán que este templo que he construido lleva tu Nombre.

34 »Cuando saques a tu pueblo para combatir a sus enemigos, sea donde sea, si el pueblo ora a ti y dirige la mirada hacia esta ciudad que has escogido, hacia el Templo que he construido en honor de tu Nombre, 35 oye tú desde el cielo su oración, su súplica y defiende su causa.

36 »Ya que no hay ser humano que no peque, si tu pueblo peca contra ti y tú te enojas con ellos y los entregas al enemigo para que se los lleven cautivos a otro país, lejano o cercano; 37 y si en el destierro, en el país de los conquistadores, se arrepienten, se vuelven a ti y oran diciendo: “Somos culpables, hemos pecado, hemos hecho lo malo”; 38 y si en la tierra de sus captores se vuelven a ti de todo corazón y con toda el alma, y oran a ti y dirigen la mirada hacia la tierra que diste a sus antepasados, hacia la ciudad que has escogido y hacia el templo que he construido en honor de tu Nombre, 39 oye tú su oración y su súplica desde el cielo donde habitas y defiende su causa. Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti.

40 »Ahora, Dios mío, te ruego que tus ojos se mantengan abiertos y atentos tus oídos a las oraciones que se eleven en este lugar.

41 »Levántate, Señor y Dios; ven a tu lugar de reposo,
    tú y tu arca poderosa.
Señor y Dios, ¡que tus sacerdotes se revistan de salvación!
    ¡Que tus fieles se regocijen en tu bondad!
42 Señor y Dios, no des la espalda a tu ungido.
    ¡Recuerda tu amor fiel hacia David, tu siervo!».


Section 2 of 4

1 John 5

About 2 Minutes

Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios. Todo el que ama al padre ama también a sus hijos. Así, cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, sabemos que amamos a los hijos de Dios. En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Este es el que vino mediante agua y sangre: Jesucristo. Y no solo vino mediante agua, sino mediante agua y sangre. El Espíritu es quien da testimonio de esto, porque el Espíritu es la verdad. Tres son los que dan testimonio y los tres están de acuerdo: el Espíritu, el agua y la sangre. Aceptamos el testimonio humano, pero el testimonio de Dios vale mucho más, porque es el testimonio que él mismo ha dado acerca de su Hijo. 10 El que cree en el Hijo de Dios acepta este testimonio. El que no cree a Dios lo hace pasar por mentiroso, por no haber creído el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11 Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna y esa vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.

13 Escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. 14 Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 15 Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.

16 Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore por él y Dios le dará vida. Me refiero a quien comete un pecado que no lleva a la muerte. Hay pecado que sí lleva a la muerte y en ese caso no digo que se ore por él. 17 Toda maldad es pecado, pero hay pecado que no lleva a la muerte.

18 Sabemos que el que ha nacido de Dios no practica el pecado: Jesucristo, que nació de Dios, lo protege y el maligno no llega a tocarlo. 19 Sabemos que somos hijos de Dios y que el mundo entero está bajo el control del maligno. 20 También sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Verdadero. Y estamos con el Verdadero, con su Hijo Jesucristo, que es Dios Verdadero y vida eterna.

21 Queridos hijos, apártense de los ídolos.


Section 3 of 4

Habakkuk 1

About 3.7 Minutes

Esta es la profecía que el profeta Habacuc recibió en visión.

¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda
    sin que tú me escuches?
¿Hasta cuándo he de clamar «¡violencia!»,
    sin que tú nos salves?
¿Por qué me haces presenciar tanta iniquidad?
    ¿Por qué toleras la maldad?
Veo ante mis ojos destrucción y violencia;
    surgen riñas y abundan las contiendas.
Por lo tanto, se debilita la Ley
    y no prevalece la justicia.
El malvado acosa al justo
    y se pervierte la justicia.

«¡Miren a las naciones!
    ¡Contémplenlas y quédense asombrados!
Estoy por hacer en estos días una obra,
    que si se la contara, no la creerían.
Estoy incitando a los babilonios,
    ese pueblo despiadado e impetuoso,
que recorre toda la tierra
    para apoderarse de territorios ajenos.
Son un pueblo temible y espantoso,
    que impone su propia justicia
    y promueve su propia honra.
Sus caballos son más veloces que leopardos,
    más feroces que lobos nocturnos.
Su caballería se lanza a todo galope;
    sus jinetes vienen de muy lejos.
    Vuelan como águilas que se lanzan dispuestas a devorar.
Todos vienen para hacer violencia;
    avanzan sus hordas como el viento del desierto,
    hacen prisioneros como quien recoge arena.
10 Ridiculizan a los reyes,
    se burlan de los gobernantes;
se ríen de toda ciudad amurallada,
    pues construyen rampas y la toman.
11 Son un viento que a su paso arrasa todo;
    su pecado es hacer de su fuerza un dios».

12 ¿No eres tú, Señor, desde la eternidad?
    ¡Tú, mi Dios, mi santo, no morirás!
Tú, Señor, los has puesto para hacer justicia;
    tú, mi Roca, los has puesto para ejecutar tu castigo.
13 Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal;
    no te es posible contemplar la opresión.
¿Por qué entonces toleras a los traidores?
    ¿Por qué guardas silencio
    mientras los malvados se tragan a los más justos que ellos?
14 Has hecho a los hombres como peces del mar,
    como reptiles que no tienen jefe.
15 El malvado los saca a todos con anzuelo,
    los arrastra con sus redes,
los recoge entre sus mallas,
    y así se alegra y regocija.
16 Por lo tanto, ofrece sacrificios a sus redes
    y quema incienso a sus mallas,
pues gracias a sus redes su porción es sabrosa
    y su comida es suculenta.
17 ¿Continuará vaciando sus redes
    y matando sin piedad a las naciones?


Section 4 of 4

Luke 20

About 5 Minutes

Un día, mientras Jesús enseñaba al pueblo en el Templo y les predicaba las buenas noticias, se acercaron los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, junto con los líderes religiosos.

—Dinos con qué autoridad haces esto —lo interrogaron—. ¿Quién te dio esa autoridad?

—Yo también voy a hacerles una pregunta a ustedes —respondió él—. Díganme: El bautismo de Juan, ¿procedía del cielo o de los hombres?

Ellos, pues, lo discutieron entre sí: «Si respondemos “del cielo”, nos dirá “¿por qué no le creyeron?”. Pero si decimos “de los hombres”, todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era un profeta».

Así que respondieron:

—No sabemos de dónde era.

Entonces Jesús dijo:

—Pues yo tampoco les voy a decir con qué autoridad hago esto.

Pasó luego a contarle a la gente esta parábola:

—Un hombre plantó un viñedo, se lo arrendó a unos labradores y se fue de viaje por largo tiempo. 10 Llegada la cosecha, mandó un siervo a los labradores para que le dieran parte de la cosecha. Pero los labradores lo golpearon y lo despidieron con las manos vacías. 11 Les envió otro siervo, pero también a este lo golpearon, lo humillaron y lo despidieron con las manos vacías. 12 Entonces envió un tercero, pero aun a este lo hirieron y lo expulsaron.

13 »Entonces pensó el dueño del viñedo: “¿Qué voy a hacer? Enviaré a mi hijo amado; seguro que a él sí lo respetarán”. 14 Pero cuando lo vieron los labradores, trataron el asunto. “Este es el heredero —dijeron—. Matémoslo y la herencia será nuestra”. 15 Así que lo arrojaron fuera del viñedo y lo mataron.

»¿Qué les hará el dueño? 16 Volverá, acabará con esos labradores y dará el viñedo a otros.

Al oír esto, la gente exclamó:

—¡Dios no lo quiera!

17 Mirándolos fijamente, Jesús les dijo:

—Entonces, ¿qué significa esto que está escrito:

»“La piedra que desecharon los constructores
    ha llegado a ser la piedra angular”?

18 Todo el que caiga sobre esa piedra quedará despedazado y, si ella cae sobre alguien, lo hará polvo.

19 Los maestros de la Ley y los jefes de los sacerdotes, cayendo en cuenta que la parábola iba dirigida contra ellos, buscaron la manera de echarle mano en aquel mismo momento. Pero temían al pueblo.

20 Entonces, para acecharlo, enviaron espías que fingían ser gente honorable. Pensaban atrapar a Jesús en algo que él dijera y así poder entregarlo a la jurisdicción del gobernador.

21 —Maestro —dijeron los espías—, sabemos que lo que dices y enseñas es correcto. No juzgas por las apariencias, sino que de verdad enseñas el camino de Dios. 22 ¿Nos está permitido pagar impuestos al césar o no?

23 Pero Jesús, dándose cuenta de sus malas intenciones, respondió:

24 —Muéstrenme una moneda romana. ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?

—Del césar —contestaron.

25 —Entonces —dijo Jesús—, denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

26 No pudieron atraparlo en lo que decía en público. Así que, admirados de su respuesta, se callaron.

27 Luego, algunos de los saduceos, que decían que no hay resurrección, se acercaron a Jesús y le plantearon un problema:

28 —Maestro, Moisés nos enseñó en sus escritos que si un hombre muere y deja a la viuda sin hijos, el hermano de ese hombre tiene que casarse con la viuda para que su hermano tenga descendencia. 29 Pues bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. 30 Entonces el segundo 31 y el tercero se casaron con ella, y así sucesivamente murieron los siete sin dejar hijos. 32 Por último, murió también la mujer. 33 Ahora bien, en la resurrección, ¿de cuál será esposa esta mujer, ya que los siete estuvieron casados con ella?

34 —La gente de este mundo se casa y se da en casamiento —contestó Jesús—. 35 Pero los que sean dignos de tomar parte en el mundo venidero por la resurrección no se casarán ni serán dados en casamiento, 36 ni tampoco podrán morir, pues serán como los ángeles. Son hijos de Dios porque toman parte en la resurrección. 37 Pero que los muertos resucitan lo dio a entender Moisés mismo en el pasaje sobre la zarza, pues llama al Señor “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. 38 Él no es Dios de muertos, sino de vivos; en efecto, para él todos ellos viven.

39 Algunos de los maestros de la Ley respondieron:

—¡Bien dicho, Maestro!

40 Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.

41 Pero Jesús les preguntó:

—¿Cómo es que dicen que el Cristo es descendiente de David? 42 David mismo declara en el libro de los Salmos:

»“Dijo el Señor a mi Señor:
    ‘Siéntate a mi derecha,
43 hasta que ponga a tus enemigos
    por debajo de tus pies’ ”.

44 David lo llama “Señor”. ¿Cómo puede entonces ser su descendiente?

45 Mientras todo el pueblo lo escuchaba, Jesús dijo a sus discípulos:

46 —Cuídense de los maestros de la Ley. Les gusta pasearse con ropas ostentosas y les encanta que los saluden en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes. 47 Se apoderan de los bienes de las viudas y a la vez hacen largas plegarias para impresionar a los demás. Estos recibirán peor castigo.

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